Romper con la rutina

romper cadenas rutinaSiempre soñando con ser libres y siempre acorralados por cientos de compromisos, cuando no secuestrados por la monotonía… Levantarse, arreglarse, ir al trabajo o buscar empleo, cocinar, recoger la casa, hacer recados, compromisos familiares, ducha, cena, un suspiro y a dormir… Repetimos incesantemente día tras día nuestros deberes y obligaciones. Muchas veces, las responsabilidades nos acosan. El “tengo que” o el “debo de” es madrugador y se despierta con nosotros, mientras el “quiero hacer esto o lo otro” hiberna cada vez más tiempo. Y llega un punto en el que funcionamos como autómatas,  nos convertimos en  los grandes terratenientes de lo cotidiano y dejamos de preguntarnos qué es lo que realmente queremos, qué es lo que nos gusta de verdad, a dónde queremos ir… sin darnos cuenta vamos poniendo coto a nuestros sueños… Lo urgente no  nos deja espacio para lo importante, porque vamos priorizando una agenda en la que apenas queda espacio para nosotros mismos.   Como decía Oscar Wilde “El aplazamiento es el asesinato de la oportunidad”.  Lamentablemente no tenemos siete Vidas, solo una y con los días casi contados…  Por eso, es necesario pararse en seco, abrir un hermoso paréntesis para pensar en primera persona….  y “obligarnos” a dejar tiempos  y espacios para hacer lo que realmente nos de la gana porque como nos descuidemos,  la normalidad, lo cotidiano, lo políticamente correcto y  lo responsable tienen una capacidad infinita para devorar nuestra existencia… Tenemos que darle aliento a todo aquello que convoque nuestras mejores energías y capacidades… Vivir sin prisas, pero con intensidad…Vivir de forma que el día en el que el Universo decida que hay que decir adiós, nos duela marcharnos.  Por cierto, hay un texto de uno de los periodistas más polémicos y rebeldes del XX como fue Hunter S. Thompson que dice “La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!”. Les deseo un día fuera de lo común, revoltoso, caprichoso y exigente con la vida.

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